Te vacías de grillos y cuervos,
disruptiva, unilateral,
de intenciones y argumentos,
destensando el cerebro,
de cimientos y plenilunios,
de gatos de garaje y arrabal.
Pensé en decirte una palabra:
piedra,
puñal,
o quizás hoy,
o quizás sal.
Pero esa palabra murió atascada,
bloqueada por grillos y cuervos,
por estrellas negras,
por miradas en el umbral.
Pensé en dedicarte un gesto,
caricia,
beso,
papel quizás,
o quizás señal,
grial de hiel o vino amargo,
indigesto teatro o ritual,
de este animal venido a menos,
descompuesto, trivial.
Te derramas en aspavientos,
disyuntiva, desigual,
de injurias vacilantes y duelos,
enturbiando el suelo y el cielo,
enhebrando el silencio
con teselas de pedernal.
Pensé en congelar el momento,
trance,
instante,
quizás lamento,
o quizás terminal,
voz clandestina de furtivo silencio,
verbo ilegítimo y glacial
que quedó colgando a las puertas
de una boca cosida a fuego,
de un agujero negro abisal.