Libertad de expresión

Hoy no vengo a hablaros de poesía, vengo a hablar de libertad de expresión. Hablamos de tolerancia y ni siquiera somos capaces de admitir que la gente pueda ejercer su derecho a manifestarse sobre todo cuando son los que no piensan como nosotros.

No seamos tan hipócritas, por favor. Y no polaricemos la realidad como si solo hubiera malos y buenos y nosotros siempre fuéramos los buenos. Hay gente que lleva dos meses en ERTE sin cobrar del SEPE, gente que vive de sus pequeños negocios y ahora no puede porque no han podido abrir o ejercer, gente que no ha podido ver morir a sus seres queridos y les han entregado las cenizas un mes después de fallecer, sanitarios que han visto cómo no les llegaban de forma adecuada medios de protección y han perdido a compañeros de profesión. Hay muchos motivos de indignación, pero, por favor, si te vas a manifestar por el motivo que sea cuida tu salud y la del resto y mantén las medidas de seguridad.

Me parece bastante lamentable tener que reiterar esto: la libertad de expresión es un derecho fundamental. Puedes pensar y decir lo que quieras siempre y cuando lo hagas de forma respetuosa y no pongas en peligro ni tu vida ni la de los demás.

El brindis

Dejadme que brinde hoy por los atrapasueños,

por los delirios que resplandecen en los ojos de las lechuzas,

por la raíz del dolor

y los años roncos que me partieron por la cintura.

Por los decibelios que encontraron cobijo en mis huesos,

por la tristeza azul de tus ojos y la sonrisa permanente en las venas,

por el viento famélico que me tortura por las noches,

por los momentos revestidos de deseo,

por las ojeras que me trajo noviembre

y por los destellos de plata y ocre de enero.

Por las esclusas que debo pasar para verte,

por los relámpagos en mi sangre que como luces de neón

siempre suben la montaña en busca del trueno.

Por tu padre, por tu madre, por tus hermanos y por tus hijos,

por todos los ríos, por todos los desafíos,

por todos los desniveles del mundo entero,

por todo el calor consumido y por el frío.

Por las horas que se acaban y por las que nunca llegaron,

por las que nacen sin que sepamos por qué ni cuando,

por los que siembran cielos azules en grises cielos,

por las dudas, por las certezas,

por el amor que nos une,

por las humildes grandezas que después de años

nos siguen acompañando en nuestro camino.

Por todos los sueños que desearíamos ver cumplidos,

por las bienvenidas, por las despedidas,

por los daños, por las heridas que escuecen

y por aquellas que hace tanto tiempo cicatrizaron.

Dejadme que brinde hoy por la vida,

por tu vida, por mi vida, por nuestras vidas,

que un día se entrelazaron y aquí siguen

dándolo todo en este brindis para que recordemos

que este momento es simplemente perfecto

y que para vivir no hay secretos,

que en la mía ya solo hay cabida,

para toda la gente que quiero.

Actitud

Llevo conmigo una luz que me ilumina,
una idea de alma que nunca apaga al otro,
al tú que soy yo mismo cuando estoy solo,
al reflejo impaciente del espejo que me mira.
Llevo un rebelde inoportuno que me grita
que no me pierda, que nunca sea sordo
al sentir vehemente contra todo pronóstico,
que no me esconda, que no me rinda.
Extiendo mis alas, cierro por fin mis heridas,
echo a volar al cielo siempre que no corro
más, más, más arriba, directo, con aplomo,
para tener mayor visión, mayor perspectiva.
Llevo en mi espalda cien mundos y una vida,
y no me paro, sé que mañana podré con todo,
y que todo pasa, la piel, la soledad, el oro,
porque sé que el tiempo ya no me esquiva.

Deduces por mi silencio

Deduces por mi silencio

que en mí se suceden

implacables mis argumentos,

y brotan oscilantes,

como juncos anclados al suelo

que se sostienen desafiantes,

como un castillo de naipes

ante huracanado viento.

Pero no hay cálculo que valga

que soporte un sentimiento.

Quemante hoguera vacilante,

humo negro llenando un cielo

de un mundo que no obedece premisas,

imagen de un futuro incierto que me arrastre

en su caudal de azar, de prisas,

de estrellas que sin sosiego

me dejan ciego con su ceniza.

Súbito contraste,

antítesis de mi reflejo pendenciero

que deja con su brusco aliento

traspasando el margen de mi paisaje,

perfilando una verdad en el espejo,

que haga llover fuego

delante de mis ojos sangrantes.

 

Que llueva, que llueva fuego

de ahora en adelante.

Y que nadie me espere quieto,

que no habrá cómputos,

ni deducciones,

ni conjeturas,

ni hipótesis,

ni estadísticas,

ni mediciones,

ni baremos,

ni tasaciones,

que den cumplida presencia,

al dolor,

a la compasión,

al pesar,

a la ventura

al afecto,

al amor,

a la ternura,

a la pasión que sin desenfreno,

llena y desemboca sin rienda y sin brida,

en este momento de mi vida

que no pide consejo,

solo sentirse vivida.

No pretendo

“La vida es dura pero con los bellos momentos se aprende que aunque las lágrimas nos ensucian el rostro, terminan limpiándonos el corazón.”

Anónimo

No pretendo borrar los malos momentos,

la muerte, la destrucción, la tristeza,

un error del pasado o ciento.

No pretendo ser memoria o triste anhelo,

homenaje, obsequio, certeza,

de la pérdida o del desprecio.

No pretendo dibujar sobre el viento

una leyenda, una oración que reza

a un adiós, dios del tiempo.

Sólo pretendo el sentimiento,

pedestal con una promesa

de vivir cada momento intenso,

escribir con sangre y hueso,

sobre mis alegrías y mis penas,

sacar todo lo que llevo dentro,

liberar el alma de todo el peso

y vaciarlo de pesares y cadenas,

echar a volar sin pagar más precio,

del que ya pagué en su momento,

enjugando el rostro en la arena

y levantarme por fin sonriendo,

ir a más, ir in crescendo,

romper en trozos mis esquemas,

alzarme en aspavientos,

rendirme a mis excesos,

hacer poemas,

matarme a besos.

Resurrección

Músculos tensos, llenos de música,

hacen renacer el momento de insolencia

que ha engañado a la experiencia

con la antítesis de la finalidad,

antídoto contra la paciencia

que obliga a esperar

algo que no se sabe si vendrá.

Despliego la ciencia de la mortalidad

como alas de barro en plasma

y obligo a la conciencia a matar

en olor de casta santidad:

guerra santa contra la prudencia,

pena de muerte para la resurrección

de mi yo póstumo:

de arena que soy,

de polvo que fui,

de aire que seré,

de algo hay que morir,

por algo habría que nacer.

Yo ya he averiguado por qué.